Iñaki es de Baracaldo, o sea grato y
cordial, aunque estos meses anda escaqueado y no devuelve mis llamadas a su
teléfono. No obstante hemos mantenido una amistad bien temperada desde hará unos
cuarenta años, a lo largo de los cuales hemos hablado de casi todo, bebido de
casi todo (fue él quien me inició en la ginebra que todavía tiene mi
preferencia), y observado más de cuatro bandazos sociales, curiosidades y
acontecimientos.
Iñaki y yo lo comentábamos/anticipábamos
en el Club de Golf, después de invitar a los pajaritos a una merienda de
patatas fritas, y ya a punto de empezar el paseo de esa tarde:
Cuando en un futuro acaso no tan lejano
tengamos ocho o doce, en vez de cuatro, millones de inmigrantes (cantidades a
ojo de buen, o mal, cubero) y un sector considerable de ellos sume ciudadanía
española y religión musulmana, ¿será raro que se proponga, mediante aritmético
juego electoral y a través de los debidos cauces, democráticos por supuesto,
una ley que autorice la poligamia?
Contando con el correspondiente alboroto
o motín feminista y progre, y ya que presumimos de sociedad tolerante, abierta,
elástica y humanitaria, ¿se les podrá decir a esos futuros ciudadanos que el
permisivo, populista y alegre grifo de las modernas alternativas se cerró cuando
los bulliciosos de la banderita multicolor consiguieron la prebenda de ese civil
y legalizado sucedáneo de matrimonio que, como a sutilísimo aunque influyente
colectivo, les correspondía según su propia reclamación, preñada, es un decir,
de respeto a las minorías y de clamor popular?
Por cierto, Iñaki y yo coincidimos en
que Ud. ya no conoce a nadie en el Club, con tanto socio novato y sin pedigree que ha ingresado últimamente.
Qué tedio.
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