Extraordinario, y previsible, lío a varias bandas:
Ya que veníamos frustrados, aburridos, insatisfechos,
sometidos, etc. como resultado de la larga época del gobierno de Franco, fue
cómodo y fácil vendernos la idea de la democracia, y más todavía la del estado
autonómico, que muchos con solapado cálculo aceptaron y aplaudieron como
tránsito o trampolín para ulteriores objetivos muy egoístas, nada solidarios.
No han pasado ni cuarenta años. Los impulsos de la
insatisfacción ya ni parecen apenas maquillados con diferente moda, incluso
para los listillos que han ido saliendo notoriamente gananciosos. Las promesas
de acercar y mejorar los servicios al ciudadano, quizá se ha dicho antes, han
sido con cinismo incumplidas en buen número, en tanto siguen subiendo como la
espuma las ansias recaudadoras de las distintas “haciendas”. (Compárense los no
discutibles pero relativos avances económicos y sociales con el brutal
incremento de los impuestos y tasas de toda laya.)
La deseada descentralización, el traslado de poder han
recorrido casi todo el itinerario previsto, aunque echando a perder los
resultados, enquistándose en un remedo regional del “odioso” poder estatal, al
que ahora sustituye el autonómico que, mientras administra y distribuye
prebendas rara vez limpias, tapona en parte el flujo hacia los ayuntamientos,
que también han demostrado lo suyo de sobra, perverso fenómeno que ya comentara
con gran sensatez don Francisco Vázquez entre otros, muy pocos, que hablar
claro y desinteresado es condición escasa entre políticos.
El Estado, enflaquecido y menoscabado, con las orejas
gachas por sus “condenables pecados históricos”, no da abasto para contentar
las demandas, a menudo más abusivas que justificadas, de los que siempre se
dedican a la protesta. Se nos cae la casa, en medio de desentendimientos o
complicidades que llegan a la demagogia de negar el puñado de verdades que muy
pocos repiten sin desmayo, por encima del mezquino regateo, de las
descalificaciones de los que se agarran al fácil clavo ardiendo de las formas,
cuando el fondo es tan grave como urgente.
El coro centrífugo crece, ignorante o despreciador de que
no es la desunión lo que hace la fuerza; las incomprensiones y antagonismos
entre los ciudadanos, por lo visto rebaño fácil de embaucar y/o azuzar, vienen
siendo en gran medida fabricados y fomentados desde cero o poco más, y con la
metódica e incansable insistencia tienen a estas alturas cuerpo y peso
considerables...
Con estas coartadas y las peligrosas recetas del salvajismo
económico, no es raro que lo que queda del Estado (gobiernos del signo que sea)
haga dejación sistemática de responsabilidades, no mediando con frecuencia en
los conflictos, no mojándose, no arbitrando soluciones con equilibrio y
prudente diligencia, consintiendo que “cada palo aguante su vela”, so pretexto
de unos melindrosos escrúpulos no intervencionistas (y casualmente cómodos
desde el punto de vista electoral) que no dan otros frutos que la indefensión
del ciudadano corriente y el creciente desafuero de que “el pez grande se coma
al chico”.
¿Es así la democracia que queríamos y nos prometieron?
No hay comentarios:
Publicar un comentario