No digo que
no sean cosas de la edad, Bob, sedimentos de la ternura que no pensamos que iba
a estratificarse tan a fondo.
Pero la
emoción, lo que nos conmueve y empuja delicadamente esa emisión que llaman
lágrimas y cuya composición dicen los químicos que más o menos consta de sales,
proteínas y agua, sobre todo agua…
… lo que nos “toca”,
decía, es que llevas décadas dando mucho en el clavo; y de vez en cuando, es
una sensación de dulce melancolía tropezarte, encontrarte en la estela de
Offenbach y su Barcarola, diciéndonos con palabras sencillas y cargadas de
sentimiento y significado lo que todos -o muchos- podemos entender y apreciar
porque nos alude y convoca, porque nos remueve, en los más ilusionados y
desengañados pliegues del corazón y sus aledaños, aquello en lo que ahora y en
adelante tendremos tiempo para reflexionar; y para digerir todo lo perdido, “la
gente que se fue y que conocimos”, la jodida vida pasándonos por el alma todas
las deudas que contrajimos y no llegamos a pagar.
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