Y no es que
el ratón sea más listo que los gatos, sino que seguramente éstos obedecen la
consigna de permanecer amodorrados para que el circo prosiga sin pausa.
Luego,
trasladando el rebote de la jugada al “pueblo soberano”, se decreta la Operación
“Jauja” y al personal (que cada cual iba en su cochecito a sus cosas de cada
uno), que le vayan dando, por si eso del maletero se repitiese.
Una opereta
chapucera, con intérpretes pedorros, cuya realización nos cuesta, para colmo,
un dineral en políticos ridículos, de cartulina, en estructuras de seguridad,
tan inseguras, y en un parlamento regional que parece una pintoresca
francachela de trileros, por “muy
honorables” que ellos mismos se bauticen.
-¿Demasiados payasos sin gracia?
-“Pena, penita, pena”, que cantaba Lola.
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