Si
nos dejamos tentar un poco por la retórica, o por mejor decir, por un glorioso
énfasis en los términos, cabe seguramente calificar de “gesta” el triunfo que
(¡por cuarta vez, nada menos!) acaba de obtener Carlos Sáinz en la prueba del
DAKAR.
A
mí, que tengo planteado un contencioso particular con la arena, me parece de
mucho mérito que este piloto -considerablemente de edad ya madura, aunque sea
un mozo todavía, si lo observo desde mis años- nos demuestre el vigor, la
preparación, el ánimo indesmayable y las demás facultades o virtudes que le
asisten para un pulso tan descomunal con las gigantescas y problemáticas dunas
de carácter profesional que se le oponen en esa competición y que, avezado
luchador, consigue dominar.
Arrostrando
incomodidades sin cuento y plantando firme cara a semejante, peligroso palizón,
a este hombre, a este ejemplo para conductores deportivos del automóvil,
debemos nuestra admiración y nuestra enhorabuena.
Así
es, Don Carlos.
Comparto tu admiración
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