Cada
cierto tiempo, el ladino rey de Marruecos se hace el ofendido y, aprovechando
cualquier más pretexto que motivo, nos pone en jaque, valiéndose de nuestras
debilidades, y nos echa encima lo que él debe considerar su “carne de cañón”.
No es novedad, que ya hubo una “marcha verde”.
Hemos
contribuido:
Con
nuestros desacuerdos internos; permitiendo la casi indefensión de nuestras
porosas fronteras; clamando contra las “concertinas” de las vallas; escatimando
la vigilancia con un número escaso de guardias, poco menos que testimoniales;
desoyendo las voces que advierten del peligro del conocido como efecto llamada;
derritiéndonos con lo de los derechos humanos; acomplejados (los más rigurosos,
los más ñoños) con la conciencia culpable, y anacrónica, de históricos abusos
coloniales de pasados siglos, etc.
Ahora
resulta que hay que poner en esa playa tanquetas del Ejército, como para
impresionar solamente porque, ya que no se va a repeler la invasión a tiros,
bueno está el patio, lo único será sobornar al rey vecino con más dinero y más
dinero.
Hasta
la próxima. Lo que se llama extorsión pura y dura, clásica conducta de la mafia.
Dicen
los bienintencionados que el problema es global. Y es verdad. Y se recomienda
que Europa (y no sólo ella que, por cierto, no está mucho al quite), USA, los
países con dinero, arreglen el tema con la ayuda externa o como se diga eso; lo
que pasa es que la ingente cantidad de pasta destinada al desarrollo luego se
la funden o se la roban los tiranos y sátrapas al mando de los países pendientes
de ayuda. Con lo cual, todo se queda más o menos lo mismo.
Menos
mal que el tonto envió enseguida un mensaje a Ceuta, ofreciendo su respaldo a “los ciudadanos y las ciudadanas”.
Tan
fino siempre.
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