Los
presentadores, los “moderadores” de las tertulias en las que intervienes,
prácticamente nunca se atreven a interrumpir tu frenética e incansable
verborrea (tan similar a una coprolalia genuina), las andanadas rebozadas en
demagogia y mentiras con las que armas tu “discurso”.
De
momento nadie te frena en seco, que es lo que correspondería con frecuencia, y eso
que todos vemos lo que eres, incluso quienes no quieren, pringados enfermos de
sectarismo y otras cegueras.
Y
desde luego a nadie sorprende tu mucho más allá de la dolosa y tramposa
equidistancia, empeñado con rabia en que no vimos lo que vimos: que las piedras
y demás “lindezas”, por ahora, sólo las tiran unos (Cataluña, Vascongadas, Vallecas,
que se lo pregunten a la policía); empeñado en que hay ultras de un lado y
negando los del otro; cacareando sin desmayo ni tregua lo de Franco, el
malísimo, y lo del dulce y benéfico Stalin.
Hay
que tener cara, tú.
-¿Y eso, por quién va?
-Te dejo la adivinanza; aunque es una
manada la que encaja con esta contemporánea versión de lo que es un mal bicho.
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