Así
que ahora ya podremos llamarle a esa calle el Paseo de DESgracia, muestra
luminosa de la inmersión en la basura que sufre la ciudad condal (¿a que suena
a cachondeo?), abandonada a su suerte, echada a perder, como toda esa región,
por sus propios dirigentes.
Los
políticos: unos, apoyando a los salvajes; otros, disimulando en silencio más
que culpable; los menos, llegando ya con retraso y cobardes medias palabras a
lo que debería ser condena y acción sin paliativos contra el vandalismo y los
saqueos y los falsos pretextos que añaden cinismo al crimen.
Luego,
quizá veremos que todo esto va a depender de los ejemplos que se están dando.
Si los figurones al mando traicionan el respaldo debido a la policía, si la
putean… ¿cabrá esperar que no haya un efecto rebote? La arrogancia de la “autoridad”
civil ¿puede permitirse de forma ilimitada los desaires y el ninguneo de las
Fuerzas de Seguridad, la perversa intención de despojarlas de su papel
constitucional debilitándolas?
¿Sin
consecuencias?
Y
qué pena, el miedo de los ciudadanos, que no se atreven a señalar con claridad
a los malotes, que no son los que visten uniforme.
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