Los
“hooligans” del separatismo, en sus
distintas variantes, vuelven a sumar.
Porque
el público razonable, conservador, si se quiere, más comodón a corto plazo (que
ya se está haciendo largo), es más tardo en acudir, más tibio. También porque le
han ido comiendo el coco y la moral, con tantos años de doctrina furiosa, de
propaganda envenenada, que es esa cosa corrosiva y disolvente de la tacita a
tacita. Del rayo que no cesa.
Así
que esa parte de la ruina puede prolongarse. Sobre todo mientras la izquierda
siembra infames complicidades y la derecha no resuelve sus acobardados
complejos divisorios.
Porque
la indefinición no funciona. Y desde luego que los electores (todos) pueden ir
perdiendo toda esperanza: los políticos no están para sacarles las castañas del
fuego, qué va, sino para quemarlas junto con las papeletas de voto.
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