Durante
varios años ya.
Así
que le organizan un especial en TV1, con ese vestuario que, varias temporadas
hace, lleva incorporando, de artista de éxito, de “popstar”, y con invitados de
relieve, todos muy colegas y muy cariñosos.
La
Martin posee un sello muy personal que luce guapo timbre de voz, de
reconocibles registros y algunos pellizquillos malagueños, con melodías características
de la su casa y un abundante repertorio de canciones, bastantes de ellas
logradísimas, tal como el Hipocampo ya ha dejado por aquí señal, con la
admiración y el respeto que al talento corresponden.
Ahora
las objeciones: tras abrirse de capa con unos álbumes de sorprendente riqueza,
con arreglos jugosos y limpia producción, y quizá explorando la posibilidad de
diferentes vías, a veces ha renunciado a la primera claridad estructural y el
resultado de ciertos temas de factura posterior ha esbozado giros divagatorios
que, por suerte, parecen ya haber reencontrado el rumbo.
En
la ocasión de anoche, no la ayudaban en absoluto la torpe sonorización del
directo, en manos de incompetentes que, por lo oído, siguen sin aprender; el
fraseo, “rubateado” en exceso; la dicción que se pierde en los pasajes de
cantar “piano”, susurrado, musitado,
a lo íntimo; las pestañas postizas y el demasiado maquillaje de ojos que, sin
necesidad, añaden un patetismo y unos años que aún no son. Y que todavía no se
decida a aplicar lo elástico de la música para encajar correctamente los acentos fonéticos a
los que la palabra compromete.
Con
Alejandro, una de las más hermosas canciones de la autora; con Lola, el peldaño
más alegre; con Joaquín, cuando anda él por medio, garantía de calidad, oficio
de primera, letra siempre de maestro. Los demás cumplieron, a la mayor gloria
de la protagonista.
No
era malo el propósito. Ni lo son los votos optimistas/voluntaristas que los
participantes expresaron, después de este palo que a todos nos ha dado 2020.
Así que
No
hay por qué disentir,
entre
veras y bromas,
mientras
miro esta luna
redonda,
sibilina,
que
por la esquina
de
la ventana del salón asoma.
Siempre está bien acabar el año hablando bien de alguien, que con poca frecuencia nos dan motivo para ello. Pionono te desea, al igual que a tus lectores, un, si no feliz, al menos mejor año nuevo
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