Refiriéndose al diferente, y algo truquista, trato que, a la hora de cambiar de "fase", han decretado Sánchez y sus secuaces entre unas y otras regiones, el presidente de Andalucía, con su sosegadora dicción, que ojalá sea señal de su buen carácter, y su tranquilo acento andaluz (que los hay, los hay), ha calificado de excepcional el vínculo que liga al gobierno presente con sus útiles, necesarios, casi indispensables socios, por ejemplo los del PNV, tan negociantes ellos y tan dados al toma y daca de dineros y preferencias.
Ha sido suave, como suele, y de prudente medida, el presidente andaluz; y aunque no osaríamos restarle propiedad al término, cabe imaginar que Lázaro Carreter habría señalado también como alternativas posibles privilegiado y ventajista.
Y en efecto, más de éstos tiene el trato que la impotencia cobarde e hipotecada de nuestros presumidos mayores del reino se ve obligada a conceder a quienes, con la sartén por el mango, imponen el sometimiento de los infumables agravios comparativos de costumbre.
Una porquería, vaya.
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