El largo laberinto de normas y horarios que han desencadenado nuestros "eficientes" gestores para la nueva normalidad* ha resultado tan prolijo y confuso que el humor -- o si lo prefieren, la "guasa" -- del personal no ha tardado en glosarlo en el Internete, señalándolo con todo el ridículo que merece y el caos que comporta.
No sólo desconfiamos del plan por incluir fisuras que una contabilidad detallada podría poner de manifiesto sino que, después del diluvio de contradicciones, imprecisiones y mentiras de tomo y lomo que nos viene cayendo encima, es imposible orientarse en mitad de la tormenta.
Y dando por sentado que será difícil lo que nos queda, y que el contagio que peligrosamente se deriva del uso de los objetos compartidos es algo que debería evitarse a toda costa, modestamente sugerimos la posibilidad de que, en los encuentros de fútbol, se suministre a cada uno de los 22 jugadores participantes un balón de carácter, digamos, personal e intransferible, lo que eliminaría la clásica y arrebatada disputa en que consiste el juego; oferta que generosamente, desde este "córner", se plantea ante los mandamases de la Federación correspondiente, que con seguridad estará deseosa de obedecer con las máximas fidelidad y diligencia las indicaciones de Illa y Cía, cráneos privilegiados y faros insuperables de este arduo camino de la desgracia.
* No creo que el infante don Enrique de Villena hubiera bendecido esta expresión, que sin duda debe su autoría al hallazgo luminoso de ocurrente "miembro" o "miembra" de nuestra singular cúpula directiva.
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