Operarios temibles, aguerridos,
que empuñan radicales herramientas,
ascienden por la casa: la fachada
requiere una reforma en su osamenta.
Sabemos que el salitre
de la mar, la intemperie y todo el viento,
como buitres, contra su fundamento
se empeñaron furiosos,
insistentes en todos estos años;
y en el presente, algo menesteroso,
ahora vemos que toca,
restaurar a conciencia cierto daño
de 3 décadas (o sea, 30 años)
y transitar a aquel primer estado
recuperando su significado.
Ya la mañana se estrena en zozobra,
precedida por un insomnio aciago
que el susto del trastorno de las obras
infalible produce y hace estragos.
¿Y acaso entre los versos refugiarse
es bastante artilugio?
¿Es suficiente escudo,
con la inquietante, atroz añadidura
de esta alergia que afecta a mi armadura
y de sus sempiternos estornudos?
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