Lo que tengan las leyendas -- o las historias -- de recuerdo inventado... ¡cualquiera sabe!
Pero por los tiempos en que, antes, mucho antes, de devenir Hipocampo, fraguaba mi regreso desde Colombia a España, lo conocimos. El plural alude a Acevedo (quien quizá dure aún en Canadá) y a Yamel (que todavía debe andar seguramente por África del Sur) los cuales no me dejarían mentir en esta ocasión. Con ellos y algún otro, ahorrábamos para nuestro viaje, tocando un repertorio instrumental de versiones apócrifas sobre temas archiconocidos y de cierta tradición popular. Y todo ello, en un local nocturno del centro de Bogotá, a medias entre el cabaret y el restaurante noctámbulo con mariachis, donde no era imposible la asistencia de algún cliente o parroquiano con revólver al cinto. Y pocos meses antes del alunizaje del astronauta americano, memorable de acontecimiento y frase para la posteridad.
Desde luego que parecía caribe indudable y de sangres mezcladas: por el habla desenvuelta y pintoresca, los gestos acentuados de rasgos finos con color de piel más oscuro que claro, y el anecdotario atrevido que algún asombro proporcionaba a nuestras mentes de jóvenes músicos. Así que, según dijo o mintió, era de origen costeño o isleño, como podría haber nacido en Nueva Orleans, y en cualquier caso, al amparo y medro de salitres, balconadas de férreos florilegios y todo el folclore de las parafernalias carnavalescas y los ritos morbosos de la herencia africana y esclava.
¿Lavarcé? O a saber cuál era la verídica ortografía de aquello que lo mismo pudo ser apellido genuino que rémora sobrepuesta o añadida, según hubiese convenido a la peripecia personal y sus vaivenes.
Enre rones y delirios, entre calenturientas premoniciones y estrenos al caer, le aprendimos una letra jocosa, funebrilla y propia de su desparpajo, que entonaba con música ranchera:
"Ya levanté la tapa de la fosa, donde estaba el cadáver de mi amada..."
Cómo predecir entonces que, poco después, yo ingresaría en la Marina de Guerra, llegando al grado de Cabo 2º, como evidencia alguna fotografía que Vuesas Mercedes ya habrán contemplado con estupor, incrustada entre los sargazos del Internete.
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