Con esta mar picada,
verde el agua y blancas las espumas
que encabritadas vienen a la playa
y este viento incesante que sacude
el toldo de delante y la bandera.
En el jardín posados
-- dos lagartos al sol de primavera --
pasando sin apuro
las horas posteriores al almuerzo.
Hay un olor de algas que perfuma
esta redonda tarde en la que pasan
grupos de cuatro, cinco gaviotas
que consiguen ese equilibrio sabio,
oscilante,
que a salvo deja decisión y rumbo
de sobra conocidos,
la orientación segura del instinto,
el éxito del vuelo de regreso
al lugar donde anidan
y donde dormirán tras el crepúsculo,
al resplandor de una luna de nácar,
del vapor de unas nubes,
del bálsamo sonoro de un silencio
como debe ser, solo.
❤
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