Al parar para el pago del peaje, lo vimos en el carril de al lado, con la misma intención.
Era un automóvil elegante, amplio, cinco puertas, y aun así, sus líneas eran fluidas y armoniosas. De una marca alemana que recientemente (o no tanto: el tiempo pasa) había tenido problemas aunque no cabían dudas de su calidad.
Recuerdo que el primer coche que me compré había sido uno familiar, de cinco puertas también, para la familia que una vez tuve. Luego, todos los siguientes fueron "coupés", unos más radicales que otros, y en función de unos aires pretendidamente deportivos a los cuales sólo ellos ayudaron.
Pero aquel auto grande me gustó. Y lo ponderé, señalándolo al colega con quien viajaba.
Dijo él:
-- Ya, pero es un coche de señor mayor.
Lo miré con sorna gallega. Ambos con bastante más de sesenta "tacos" a las costillas... Así que observé:
-- ¿En serio? Y nosotros, ¿qué?
El tío de la cabina no se explicaba nuestra risa al pagar.
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