debería hablaros de Marina.
De sus blancas medias de colegiala, de su sonrisa deslumbrante. De su melena negra, brillante y lisa, dignísima delatora de su honda estirpe.
Del dulce acento quedo de aquella voz con la cual vino a casa a transmitir un recado, de parte de su madre, y la recibió, apenas en el rellano del amplio edificio de apartamentos, el adolescente asustado y tímido, llegado de lejos, traspasado de una fascinación insuperable, desconocida, de una fiebre enamorada, que ella -- no mayor que él pero más sabia, mujer al fin -- percibió, sintió sin estorbos.
Debería hablaros de aquellos ojos de miel y de la piel tostada que otras veces, más adelante, él iba a encontrar y a conocer de cerca por aquellas latitudes.
De esas cosas, de esas imágenes imborrables debería hablaros.
-- Te has dejado muchos rastros por el camino.
-- ¿Verdad?
No hay comentarios:
Publicar un comentario