Inteligente (¿cuándo no?), limpia, de impecable acabado formal e impregnada de arte, de Cine, esta nueva cinta del genio confirma otra vez la solvencia indiscutible de su maestría, a la hora de dar ejemplo de buen gusto, de interés, en una historia de amores divididos, contada con sencillez y elegancia, rozando con suavidad la nostalgia de un tiempo hermoso y la melancolía en unos personajes que son para comérselos.
No falta, por supuesto, la presencia de una música a juego, lejos de las estridencias sin justificación que venimos sufriendo estos años.
Tampoco está ausente la fina ironía, el humor de las referencias a la comunidad judía, frecuentes en el cine de Allen.
Una belleza, la ambientación de época, este Café no puede ser más recomendable.
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