De modo conciso y con una alusiva y piadosa suavidad que
nunca mereciste, te describí someramente en una canción, “hace varios años ya”.
(No te despistes, lumbrera, que esta frase entrecomillada
es de otra de las mías.)
Ahora asomas la insípida gaita esa que tienes, y encima
te creerás que vas a disculpar tu interminable colección de fullerías, tu
ruinosa sarta de decisiones pésimas, publicando un libro, procurando camuflar
el plumero esperpéntico que coronó desde tus actitudes a tu “laureada y célebre sonrisa”, como de
Joker, desde tu insoportable levedad hasta tus góticas inoportunas en la visita
al, otro que tal, moreno emperador de Occidente, etc., etc.
Todo lo tuyo, Pumba, era gas: pero, a menudo, gas letal. Conque
la tortura de los ajustes sangrientos que ahora soportamos se te debe casi por
completo.
Vale, tío. Sólo que tendrás que repartir la gloria literaria y la venta de ejemplares y la firma de autógrafos con ese otro faro
de la finura y la elevada inteligencia que por las tardes ruge sus mecánicas
risotadas en Telecinco.
Dios os cría y vosotros…
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