Por ejemplo, una bañera bastante reventada.
Unos cuantos armarios destrozados, sillas, asientos
despatarrados, cosas desperdigadas por el suelo, como trozos de tela metálica,
un colchón reliado como un cartucho o un canelón, ropa a punto de basura,
fragmentos de pared, cualquier chisme, doméstico o no, que se nos ocurra con tal
de que esté sobre todo sucio, con el peor aspecto imaginable.
Añádanse manchurrones caóticos, brochazos a discreción,
insertos sin aparente venir a cuento. Se
hace una reseña en TV2, durante la cual (con farragosas semblanzas, análisis metafísicos,
hipótesis alambicadas sobre las supuestas intenciones oníricas, simbólicas, y
cualquiera sabe qué, del artista) se nos va sumergiendo en un infinito
laberinto de estupor y aburrimiento.
Se nos comunica que este acontecimiento tiene lugar en
ese edificio admirable y alarmante, fascinante y marciano que es el Guggenheim
de Bilbao. Que es un homenaje-exposición de obras de Antoni Tàpies, y que han
bautizado a este rechinante retablo de maravillas “Del objeto a la escultura”.
Con las vacas sagradas no hay que meterse. Será que tengo
el día iconoclasta.
Por momentos pensé que te referías a las calles de Madrid, según parece, fuente de inspiración del susodicho pseudo.....
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