La
inclusión sabia, oportuna mejor que otra cosa, de la póstuma canción que los
sobrevivientes Beatles han estrenado y editado poco ha, no es el detalle de
menor encanto que implica el film “Argylle”
y, de paso, pilla desprevenido al espectador, llevándolo de la mano a una
inesperada emoción, a un sentimiento de post-nostalgia que claramente impregna
esa melodía, muy a propósito para calar hondo.
También
hay un gato que parece un búho, y que viaja en una mochila que se da aires de
burbuja/casco de astronauta; hay una verdadera orgía de imágenes fantásticas y preciosos
decorados y secuencias de exageración inverosímil para construir un lujoso
ejercicio de diseño y arropar la breve y siempre valiosa intervención de Samuel
L. Jackson, el profesionalismo expresivo de Sam Rockwell y la placidez sonriente
de la orondita Bryce protagonista que, como en indirecto espejo XL, evoca y
remite al (qué pena, tan corto) transitorio personaje inicial a cargo de Dua
Lipa, Lagrange deliciosa, en su vestido dorado, de Versace, deslumbrante de seducción
y belleza…
“Argylle”
pone en la cocktelera esos y otros ingredientes para ofrecer un espectáculo
extraordinario (con pirotecnias contundentes que ni tan siquiera las últimas
entregas de Craig/Bond, las sofisticadas sastrerías de Kingsman o los largos
tiroteos de Keanu/Wick han igualado todavía) en el que lo enrevesado y algo
confuso del argumento pasa a ser secuela consecuente y trivial de las “pelis”
de espías, agentes secretos, etc.
Un
gustazo para tus ojos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario