Como
cualquier observador medianamente atento ya sabe, la RAE experimenta brotes
ocasionales de bobaliconería, crisis de identidad y otras alteraciones del
pulso, que la inducen a conceder carta de naturaleza a según qué expresiones y “palabros”
que, en oleadas, nos invaden nuestra hermosa Lengua Española.
Algunos
casos de esta decadencia poco perdonable (que tiene ribetes de pretensión “progre”
de flexibilidad superflua y mal entendidas inclusiones “tolerantes”) llenan de
rubor a las piedras.
Y
claro es que si la Institución se desdora y da tan erráticos ejemplos, el
impreso que debería orientarnos en la pre-colonoscopia resulta sobremanera
contradictorio en su redacción, con una sintaxis confusa y difusa que, en suma,
añade alarma a lo que será desarrollo del pintoresco trance.
Desde
estas líneas azarosas, de cuya infinitesimal y aun improbable influencia este
modestísimo autor es harto consciente, queremos empero alzar una al menos
corchea de desacuerdo con tal proceder y con casi todo lo demás que acontece en
estos tiempos de barbarie y tontería predominantes.
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