Vale
que han sido numerosos los casos. Y ahora se nos da un ejemplo más de cómo
nuestros jefes y jefecillos lo mismo valen para un fregado que para un barrido;
que podría ser que fuesen buenos para nada.
Así
que de ministro de sanidad (cargo del que saldrá más que aureolado de
indecisiones, renuncios, ambigüedades, cuando no de “trolas” más propias de
Internete) lo van a presentar como cabeza de lista de la sucursal catalana de
la PSOE.
Habrá
que ver el papelito que hace, con sus apagadas maneras que ahora dicen “de
perfil bajo” o, con eufemismo de pasarela, “conciliadoras” (a las maneras me
refiero). Contraste sí que va a suponer con los bailecitos del quemado Iceta, a
quien seguro que buscarán un chollo de acomodo que le compense la larga espera
en frustración resuelta.
Salvadorilla,
tierno diminutivo. Quintero, León y Quiroga, con sus coplas de arreglos de
dunas de Arabia que tan propias de estilo abundaban en intervalos de segunda
aumentada, podrían haber adaptado para Manolo Caracol la letra de “Salvaora”,
pasándola a Petenera, mujer a la que no supo ponerle nombre el que lo hizo, ya
que perdición de los hombres habría sido más justo apelativo.
Como
fuere, ya se le verá el manejo a este, en apariencia, sosegado multiusos.
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