Que
me acompañe esta brisa suave,
debajo
de la cúpula
blanca
y airosa en el “ambigú”,
y
a soñar tire de mi mente absorta:
¿Es
la costa de Algorta
(a
la que Iñaqui por primera vez
asomó
la mirada de esta nave)
la
que al recuerdo en esta madurez
de
improviso me lleva y me transporta?
¿Qué
fue de aquellos lances
de
ginebra profunda y de romances
y
de conversaciones reiteradas,
sobre
hazañas tan sólo imaginadas
y
sueños de promesas por llegar?
¡Qué
“saque” en los norteños asadores,
qué
pintxos previos, postres y licores
bendijeron
la compartida mesa!
Luego
el tiempo, los años, las sorpresas.
Y
con todo, ahora en Cádiz,
ante
el interminable azul turquesa
de
este mar y esta tarde soleada,
me
da que sobre todo y sobre nada
aún
podremos hablar: cuando se tercie,
si
en ese paralelo
universo
especial que no creemos
no
toca que naufraguen el Titanic
y
su orquesta de músicos
y
sus botes de malogrados remos.
Las mejores comidas siempre son con los buenos amigos que como tú, has estado siempre a mi lado a pesar del tiempo y la distancia. Un abrazo muy grande querido amigo.
ResponderEliminar