En
varias ocasiones había recordado aquella peligrosa crisis epiléptica que casi se
lo lleva por delante y el sentimiento predominante que le hizo experimentar: la
tristeza de perder la belleza del mundo.
No
lo asaltó el temor, a él que nunca presumió de valeroso, en la crujía de
aquellas jornadas. Y antes, y luego, como cualquiera, había oído comentar con
frecuencia esa quizá leyenda de la película de nuestra vida pasando velozmente
ante nosotros en el instante final, en la hora decisiva de morir.
También,
lo de la luz al fondo del túnel, expresión que, de aplicarla con tanto manoseo
el común de las gentes, había adquirido un lamentable sentido de decadentísima y
cursi chorrada.
Ninguna
de esas ideas lo visitó ahora. En cambio, y antes de apagarse por completo en
el último “sonido del silencio”, alcanzó a pensar: “hoy ha sido jueves”.
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