(Salidas de la mente como el hilo
que de a poco deshace una madeja,
unas palabras sueltas sacan filo
a estos versos de cuentos y consejas.)
De mi insólito horario solitario
ya os he dado indicios por aquí:
el insomnio y algún otro otrosí
me deciden el madrugón diario.
Los grillos de septiembre, las estrellas
que rodean la luna de estas noches
me ven deambular alucinado
como un desorientado aparcacoches.
La anécdota de hoy
que voy elaborando mientras ando
para la redacción de esta mañana,
ha sido que un vecino al que el calor
naturalmente empuja a abrir ventanas
(no siendo, como yo, madrugador)
interpelaba con genio y furor
a la brigada que limpia la playa
y que, antes de las siete, da batalla
con esos tubos de soplar ruidoso
que "en teoría" lo dejarán todo
nítido y primoroso.
Trémulo e indignado
con este despertar no programado,
se asomaba el vecino a su terraza
increpando a los "pulcros" funcionarios
de la limpieza en este Ayuntamiento
(por el trastorno y por el sufrimiento
de tantos decibelios en aumento),
con términos ardientes como brasas
y todas las posibles palabrotas
que en numerosa cuota
y más sonoras tiene el Diccionario.
Cuando el silencio regresó de nuevo
y envolvió blandamente el escenario,
esta pregunta, como un silogismo
entre el fuero y el huevo,
formulaba nuestro existencialismo:
¿a quién habría dado la razón
en un juicio claro y con escribas
el solemne y prudente Salomón,
árbitro en una famosa diatriba?
Pionono, reaparecido tras la estival ausencia y algún que otro contratiempo informático, piensa que el prudente y sabio Salomón le hubiera dicho:
ResponderEliminar<< O soporta el escándalo,
que por bien común es,
o ya un poco más tarde
limpia Vuesa Merced>>