Vamos llegando al punto.
Que ya lo sostenía San Francisco de Asís, amparando fraternalmente a sus dilectos animalitos.
Conque, queridos amigos del marisco, ojo con seleccionar una langosta que flota inocente y parcialmente desprevenida en el acuario y echarla tal cual a la olla hirviente. Porque ya nos estamos planteando una anestesia preceptiva y previa para eliminar, o al menos disminuir el sufrimiento, tal como parece ser que se organiza el protocolo que precede a la silla eléctrica o a la inyección letal y aunque no se haya diseñado todavía algo así para los fusilamientos sumarísimos ni otros procederes de trámite rápido.
En algún rincón de este "blog" ya hace tiempo que nos preguntábamos, con cierta cautela, el alcance de estas delicadas bulas: ¿la piedad incluiría a cada ser vivo? ¿Consideraremos seres vivos, o sea "respetables" y sujetos de derecho, a los virus que nos aportan con indiscriminada gentileza las epidemias de alto rango y nunca solicitadas?
Una lástima que el santo no esté para iluminarnos y dirimir estos procelosos titubeos.
A veces vamos sacando algunas cosas de quicio, desbordando con flujos de histeria y animadversión según qué cauces que por otra parte pueden tener más que sobradas motivaciones. Y es posible que las beligerancias activas del feminismo de Femen, etc. jamás perdonarán el matiz de ponderación que la Deneuve, siempre bella y elegante en su madurez, ha emitido a propósito de otro lío de vistosa actualidad, que anda levantando grandes y seguramente opinables oleajes.
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