La gracia que se espera de un payaso
jamás te asiste:
sólo la insolencia
de un carajote rudo y descarado
que pinta un fresco falso y redomado
con los pinceles torpes del fracaso
sostiene la impostura de tu ciencia.
¿Qué remoto argumento
te lleva a comparar a tu "honorable"
(patriarca de tramas infumables)
con el distante y calmo Dalai Lama
que reza en su pacífico convento?
¿Acaso te caíste de la cama
y un golpe insuperable en la cabeza
te ha sugerido tanta sutileza?
Asombrados, atónitos, perplejos
nos dejan tus solícitos manejos
para encubrir lo opulento del timo,
los cuentos embusteros en racimo,
rocambolesco "calembour" de espejos.
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