Vaya por delante, para los escrupulosos, que puede
ser que las cosas hayan cambiado y que el mundo haya cambiado. (Las cosas que
hayan cambiado en la parte del mundo que haya – ¿en esencia? – cambiado.)
Dicen que se espera en Cuba un incremento
vertiginoso de la avalancha turística que ya está en marcha, ahora que molan la
distensión, los nuevos acuerdos, etc. Un pelín de Historia:
Mientras más roja y recalcitrante es la izquierda,
más elemental en sus consignas, propósitos, seudosoluciones de párvulos
peligrosos.
En su día, Castro enarboló, entre otras retorcidas y
populistas simplezas, el quejoso machismo barato de que los yanquis se “beneficiaban” a Cuba y a las cubanas en un programa
turístico que tenía insufribles ribetes de lupanar y de juerga báquica/etílica;
y que los políticos corruptores de la Isla le hacían el juego a USA. No quería
recordar el comandante barbudo cuánto pensaron sus políticos anteriores que USA
convenía como “libertadora” del “sometimiento”, del “yugo” colonial español.
(El turismo yanqui en la Cuba del siglo XX, con las
décadas se ha ampliado a una doble vía: sería difícil discutir la atracción que
los exotismos y las diferencias ejercen sobre ellos/ellas respecto de los otros
ellos/ellas. Que también estén por medio, cuándo no, el dinero y las
necesidades pactadas de unos y otros, unas y otras, no elimina la realidad, ni
por atroz o injusta que quisiéramos calificarla.)
Luego hay el clásico atasco de “el perro del
hortelano”, de la furia contra el hecho de que quien puede, porque puede, (los “malditos
ricos”, vaya por Dios) intentan pasar sus vacaciones del modo que más se
aproxime al paraíso soñado. (Si Kafka y Freud no lo han analizado, hemos
perdido – como poco coco como, poco coco compro – un siglo.)
El turismo predominantemente yanqui vuelve a Cuba, a
“su” isla favorita, para pasarlo bien de nuevo, a cambio de cosas que a la Isla
le vienen de perlas. En el altar histérico de la grotesca y lamentable “revolución”,
Patria o Muerte todavía en las rancias
pintadas patéticas e inútiles de las paredes, varias generaciones se han ido “al
carajo”, como dicen en la Atenas Suramericana.
Y aquí y ahora, la Colau y otros visionarios,
imitadores pequeñitos y pueblerinos que no conocen, por cierto, el hambre ni
las más crudas privaciones, empiezan a mostrar la rabiosa espuma de su rechazo,
de ese “odio” al turismo, maquillado de falsa decencia, dignidad de oropel y
barricadas de presunta humillación.
Cuba: ¿un giro de 360º, con tantos años de
quemadura?
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