Pilar Eyre (quien aparenta tener ya una provecta edad, a
pesar de los esfuerzos de estirado y recosido que con ella hayan llevado a cabo
los cirujanos) se atreve ahora, valiente tardía, a escribir en su libro lo que peor
talante (Dios los cría) lleva en el intento de desacreditar, ningunear,
ridiculizar la figura histórica, se quiera o no, del Generalísimo.
Al Caudillo se le opuso de verdad alguna gente que, en
general (y no es juego de palabras), se la jugó y perdió con cárceles e incluso
ejecuciones. Aunque la mayoría guardó conformidad beneficiada o espeso y
prudentísimo silencio.
No me consta que la Eyre fuese un ejemplo heroico
entonces, ¿lo fue? En todo caso, ahora, a
moro muerto, gran lanzada, décadas después, osa, sin siquiera inaugurar
desplantes, destapar y subrayar los puntos, más morbosos que auténticamente
débiles, del dictador, con un estilo de cotilleo bajuno, facilón, intoxicador y
rastrero.
Y es que en estos tiempos de río revuelto alardean con
tanta insolencia como falta de educación los más míseros, los más trepas, los
más indignos mercaderes del parasitismo: los que pagan las facturas de sus
vidas pedorras salpicando sus babas sobre las vidas, y las muertes, de los
demás.
Cuánto molas, Pilar: qué incansables la envidia, el
rencor de los don nadie. Y con qué facilidad desmontaba tus afirmaciones
tendenciosas y te bajaba los humos Federico, la otra noche.
Supongo que te queda poco para integrarte, ya de forma
permanente, en la plantilla de Sálvame, TV5; allí, donde la Metafísica y la
Teología tienen su asiento, debatidas por esos ilustres y altísimos académicos,
podrás lucirte y extender el resplandeciente abanico de tu sabiduría, de tus
plumas de pavo real, tía.
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