Un poco empalagosas, prodigando la felicidad obligatoria,
por más que transitoria, y atiborradas de excesos gastronómicos y consumo
innecesario, tenemos en la Navidad ominosa que a tantos ciudadanos ya viene
cargando “las fiestas entrañables”.
Muy ligado a ese fenómeno, contamos con la excelente
posibilidad de tener “los sentimientos a
flor de piel”, cosa estupenda que cualquier día se aprovechará para el
anuncio (eso que los moernos llaman
spot) de un perfume de diseño.
Cíclico y estremecedor, asoma con frecuencia en la
sección de noticias “el amasijo de
hierros”, inherente a toda catástrofe o accidente aéreo, automovilístico,
etc. que se precie. Puede afirmarse que casi no admite variaciones.
Luego, en “la sede
de la soberanía popular” (que es donde los políticos incumplen sus
obligaciones y nos torean de forma carísima, desalmados cum laude), se cita a
menudo esa figura de “la luz al final
del túnel”, que es ocurrencia brillante, por lo de la luz, claro.
Y sin ser demasiado prolijos, tenemos esos dos hallazgos
incomparables de “Bar el Cruce” y “Hotel Miramar”, estrellas fulgentes de
la nomenclatura creativa, sector de Hostelería. Quiero ceder a mis temerarios
internautas la esforzada operación mental de imaginar en qué ignotos parajes,
en qué remotos enclaves se encontrarán los miles de establecimientos así
bautizados por sus originales y ocurrentes fundadores.
Hasta mañana, si Dios quiere.
Imagino que en alguno de los miles de "marcos incomparables" que podríamos medir ya en "campos de fútbol". Saludos ;)
ResponderEliminarPor no hablar de "observatorios", "plataformas" y otras lindezas de la corrección política (¿No es esto un oxímoron?). Saludos, maestro.
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