martes, 20 de agosto de 2013

La ley de educación

El ministro de turno, Vert o Wert, que lo he visto, al apellido me refiero, escrito de ambos modos, intenta recuperar, para el sentido común, la eficacia y los resultados decentes, una parte (todavía pequeña si se tiene en cuenta hasta dónde se ha dejado descarrilar la cuestión) del orden y la coherencia en la educación de las mesnadas estudiantiles.
Así que plantea cosas como cierta unificación de las materias/asignaturas, unas reválidas que mejor aseguren y verifiquen que la gente estudia, porque deberán aprobarlas para seguir adelante, y algún enderezamiento, una solamente suave corrección de los abusos que se han cometido en las regiones con lenguas peculiares, a costa y en contra del idioma español que nos corresponde y beneficia a todos, incluso a los más asilvestrados, a los desagradecidos y a las bestias pardas.
También ha discurrido y recomendado la conveniencia de no pasar al curso siguiente cargados de suspensos, no beneficiar con becas a los perezosos y parásitos y no fomentar que el personal que no sirve para los estudios se emperre en ello, jaleado y azuzado por políticos e instituciones “igualadores” a la baja.
No pretende el señor Vert (dejémoslo así) nada imposible ni extraordinario. No osa exigir que se deban conocer cosas del otro mundo, ni siquiera detalles corrientes como que la palabra árabe shay, que significa cosa, se escribía xay en las obras científicas españolas, y que luego fue progresivamente reemplazada por su primera letra, x, convirtiéndose por fin en el símbolo universal de la incógnita, por ejemplo en las ecuaciones que se estudian en álgebra y otros supuestos. Nuestro señor Wert (o lo dejamos así) es más moderado en sus aspiraciones.
Pero de inmediato, los tramposos de siempre han estallado en gritos y reproches, simulando el papel de defensores de pruritos (que son falsos) de libertad, pluralidad y las clásicas zarandajas demagogas con las que pretenden ocultar la perversión con la que han lavado el cerebro a centenares de miles de educandos, entregados en sus manos a sucios adoctrinamientos, a tóxicas ideologías disgregadoras, muy útiles para aquello de “divide y vencerás”, pero nefastas para la convivencia civilizada y el buen progreso de nuestra sociedad, de nuestra España, que no se merece todo este puteo ni de lejos, malditos cabrones.
La mayoría del estudiantado, que lleva generaciones dejándose instalar en el cómodo remoloneo legalizado, aunque estéril y de grave decadencia, secundará la algarabía de esos díscolos y agitadores  políticos, sin la más mínima vergüenza ante el bochornoso puesto que ocupamos en las listas internacionales de resultados académicos o así. Y es que a nadie debe extrañar que las ovejas salgan torcidas si dependen del infame interés de semejantes pastores.

1 comentario:

  1. Creo que habría de hacer mención como responsables subsidiarios del mal estado de la educación en España a los padres ("y madres" habría de decir, si fuese políticamente correcto, que se han preocupado más de que sus hijos hagan actividades extra-escolares,que de que recibiesen una buena cultura general -como se llamaba en mis tiempos-, es decir, matemáticas, historia -todos la misma, no dependiendo de la comunidad autónoma de residencia-, lengua, literatura, geografía, latín...

    ResponderEliminar