Verde y revuelta la mar:
espumas de un blanco sucio,
vienen encrespadas olas
que, en un crescendo especial,
van agrandando el rumor
que, como dicen algunos,
encierran las caracolas.
Antes que despunte el día,
ráfagas de viento frías
le dan aires teatrales
al jardín, a los cristales
del porche, en esta jornada.
De pasada,
instalado en el sillón,
contemplativo y absorto,
me envuelve la ceremonia
del último emperador
de China o de Babilonia.
Luego va saliendo el sol
acariciando las ramas
amarillas de mimosas.
La rutina familiar,
doméstica, de las cosas
regresa con el café.
-Hipocampo…
-Ya
lo sé.
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