de
sencillez decorosa y bien conservada veteranía y con diversas incorporaciones a
lo largo de los años, la vajilla es satisfactoria de proporciones y
posibilidades, con suficientes matices para los cometidos que en la vida
corriente tienen lugar.
Y
con esas leyes que hacen las costumbres, su colocación en el artilugio o
estantería en que escurren tras el fregado, está prefijada con naturalidad y obedece a un
orden semiinalterable en el que prevalecen tamaño y afinidad de condición.
Otrosí
se tiene en cuenta el secado de la cubertería tras su tratamiento con agua y “fairy” para que no luzcan las huellas
lunares que podrían resultar si delegásemos dicho secado en el efecto independiente
y espontáneo del aire.
Ahí
sobreviene a menudo el recuerdo de aquella escena del film “Gigante” en la que, para quedar lo mejor posible con Liz Taylor,
el siempre tímido y encantador aunque interiormente resuelto James Dean
colocaba en su propio orden sus elementales y humildes utensilios de mínimo
casi anfitrión y amo de casa circunstancial.
Toda
una vida, dese la niñez, empapándonos de cine, es lo que tiene y termina en
pretexto para los apuntes de este caluroso día de agosto de 2023, año del
Señor.
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