Para
la distracción, para la evasión, para el embotamiento que amansa y domestica, a
diario se nos ofrecen cositas entretenidas.
Hoy
toca, con curiosa y obsesiva unanimidad de los canales
informativos/desinformadores, la lotería de Navidad. Se trata del mismo señuelo
que anualmente aprovecha la inclinación a los espejismos de los más ilusos y el
ansia viva, como dice Mota, de los más codiciosos; también la opción
desesperadísima de incontables personas que literalmente “se la juegan” a la
posibilidad infinitesimal de salir de sus apuros económicos, trampas, tapar agujeros, hay un considerable número de expresiones coloquiales
acreditadas ya como rutinarios mantras. Porque cuando muy diversos grados de
miseria nos rondan, la imaginación surte de palabras el abanico de los
conjuros.
Y
hablando de palabras, que no hay problema: que este gobierno que, burdo y
ladino a partes iguales, se declara “progresista”, apropiándose en exclusiva de
la palabreja y falseándola con cinismos inauditos (y cojeando de remedar tarde
y mal las fracasadas modas comunistas), nos va a ayudar, en primer término a
acabar de arruinarnos a todos, y luego selectivamente decidirá con
arbitrariedad a qué cómplices o, fingiendo preocupación social por “los más
vulnerables”, a qué “colectivos” pringables llegarán esas ayudas.
Eso
sí, cuando vayan llegando, porque en los altos despachos del privilegio
funcionarial no se sienten tanto, o no se sienten nunca, las prisas.
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