Los
buenos aficionados a la buena música estarán conmigo en el cabal aprecio que
merece la labor que esta agrupación ha desplegado durante más (bastante más,
vaya) de medio siglo.
En
Internete pueden verse (para quienes no los conozcan) diversas actuaciones en
público que dejan patentes la excelencia de su sello y el fervor de sus
seguidores.
La
limpieza de digitación, el claro sonido, el manejo característico y depurado de
la palanca de vibrato han garantizado de manera ejemplar la clase de Hank B.
Marvin, impecable solista de la banda. Muy probablemente este músico represente
el magisterio innegable y la influencia decisiva que se rastrea en generaciones
de guitarristas eléctricos que sabiamente han continuado su estela.
Respaldado
por su segundo de a bordo (Welch), rítmico eficacísimo desde la primera
formación, y por Bennet, sucesor de Tony a la batería, y sin un decidido suplente
del Jet Harris original, con otros elementos de repuesto ha sabido al frente
del grupo mantener en alto un espléndido repertorio instrumental cuya puesta en
escena, siempre elegante, sobria y ahora deliberadamente “vintage”, sugiere un humor británico en el que la “coreografía”
modosísima e irónica (esos pasos de medida moderación) podrían derivar en los
pases verbales de Wodehouse.
Los
objetores critican con mal velado despecho lo que califican como exceso de
corrección y de dulzura. No hagan caso.
La referencia a la palanca de vibrato trae a Pionono entrañables recuerdos del Rey della.
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