Yo no sé si al abstruso laberinto
de tus artificiales neuronas
debiéramos llamarlo "los circuitos".
Pero de todas formas, tal parece
que te aquejan disímiles pruritos,
y que tu lentitud operativa
y tu funcionamiento aleatorio
me llevan a pensar que a la deriva
desde hace tiempo va tu repertorio.
Soy un sentimental: quizá por eso
le he tomado cariño a tu carcasa
tan negra y elegante, tersa y rasa;
a tus teclas, sensibles en exceso;
a tu pantalla mínima. Y ahora
presiento que tu hora ya es llegada.
Tu destino, también perecedero,
te pone en trance de jubilación
y así tu obsolescencia programada,
como un viejo y nostálgico bolero,
me tiene desolado el corazón.
(Blanco y grande, aguarda tu heredero
a confrontarse con mis redacciones,
ajeno a mis variados derroteros,
mis versos venideros,
mis sueños, fantasías y aflicciones.)
Que estas exequias y esta arquitectura
que erigen las palabras laboriosas
sean entre tú y yo como una glosa
y esta vez, sin retorno, una cesura.
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