Con tu color marfil
y tu lento descenso sobre el mar,
contrasta tu medalla
en este riguroso mes de abril,
más sentado que nunca, aquí en la playa.
Hace un momento apenas,
por el jardín dos mirlos se embromaban.
Distraído, mirando,
(el tiempo para nadie, ¿va pasando?),
tu luz de maga ya se desvanece.
Van días que no escribo. Tal parece
que estamos con un pie sobre el estribo;
que, como siempre, pasarán volando
los compases de espera que nos quedan,
mientras gana relieve el resplandor
de la sabia advertencia manriqueña
y --menos miedo acaso que estupor--
cabe asumir que el teórico fuego
una clámide viste de sosiego,
irónica y risueña.
La inevitable, íntima verdad
de nuestra soledad: el caballete
del pintor/Hipocampo, y el membrete
de unas lejanas "fintas de florete".
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