Permitidme que insista...
Se va yendo el verano.
Y ralean los dispersos visitantes, los turistas, a merced de este viento que no para, no sé cuántos días hace ya. Los veo deambular por la playa, obstinados en que -- no sé cómo -- "el buen tiempo acompaña".
Debo ser de otro planeta: apenas asomo, lidiando como buenamente se puede (ventiladores, aire acondicionado, sombra rigurosa de toldos y persianas) este calor que no llegaba. Ya te digo.
Somos reiterativos; olvidadizos; inertes.
Y más cortos de vista de la cuenta; porque estos ciclos, estas vueltas del reloj y el calendario...
Hacemos lo de siempre. Sin terminar de creer, de convencernos, de este tiempo que, inexorable, pasa: que nos pasa por encima con sus trucos de noria, con sus pirotecnias engañosas de ilusionista, con su espejismo de durabilidad imposible.
Más valdrá que el levante nos deje descansar, ¿no os parece?
Mientras, de claro en claro y de turbio en turbio, devoro libros para que, soñando, este temido vértigo se torne más ligero de llevar.
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