del jaleo de San Fermín 2018.
Televisión (provisionalmente española) tiene la gentileza de hacernos llegar con profesional eficacia las imágenes siempre hermosas, impactantes, de esos animales espléndidos, con un alarde de pormenores y perspectivas que por fortuna nos proporciona la más vigente tecnología.
En tumultuosa mezcla, también podemos contemplar la tradicional chichonera de los animales humanos, probablemente ignorantes en su mayoría del alcance hondo de ese rito ancestral que cada año convoca el fervor de la jadeante y arriesgada multitud, con todas sus positivas y negativas consecuencias.
Alguna corriente de hipocritona y melindrosa "sensibilidad" por lo accesorio anda clamando contra toda o parte de la fiesta, en procura de su eliminación o tergiversación, con tramposos enunciados ideológicos y ya se verá en qué queda.
De momento, el jefe de los médicos de la situación, pobrecito, ya va contagiado (¿contagiado, un médico?¡Vaya!) con la gilipollez (o el coñazo, vale) de los compañeros y las compañeras, dando preocupantes indicios de un cerebro que, aunque no fuera en lo más esencial, se va reblandeciendo.
¿Llegaremos a la siguiente edición? Eso esperamos.
Para disfrutar de nuevo de un festejo tan navarro y español, con tan profundas y legítimas raíces, que la miseria de sus detractores va a tener que esforzarse mucho para desmontarlo.
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