Los cambios y las reformas, incluso cuando son, o sólo lo parecen, necesarios (que también hay mucho antojo bobo con esto), no siempre funcionan, o desde luego resultan oportunos. Y más valdría que se llevasen a cabo, en todo caso, sin precipitaciones ni ansias presurosas.
Lo cual que el carácter dominante y el sesgo de que "se va a notar que he llegado yo", pueden sonar impertinentes y acaso impidan la buena digestión que -- también a ti: sobre todo, a ti -- convendría.
Y como es notorio que el patio no está precisamente para más incendios, si te tomas el tiempo, y los modos, a lo mejor terminamos asumiéndote y poniéndole algo de cortés vaselina a esa decisión tuya de pastar en prau ajeno.
Porque el patrimonio de la crianza no debe, en este especial caso, estar regido mayormente por lo que pueden ser tus criterios personalísimos, tus destemplanzas sin aclimatar y tus ínfulas de gobierno en otra ínsula Barataria.
Y porque las perspectivas reales seguramente exceden en futuro a la esquizofrenia y el ejemplo discutible que vas dando a esas rubitas, que bastante embarque tienen ya con lo que les ha caído encima.
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