Dicen que el temporal ha castigado
con tal denuedo y modo intempestivo
a ese Levante (tanto más amado
cuanto más me ha tornado reflexivo),
que temen que este año
se pierda, amarga y entre desengaños,
la dulce fruta de esa tierra amable,
emblema de una Diosa memorable
cuya hija -- sostiene la leyenda --
era de una belleza incomparable.
Sirvan, pues, mis palabras como ofrenda
al señorío de ambas deidades.
El ruego al que estos versos hoy persuaden:
que, en próximas calendas,
hace votos por un destino claro
que consienta un dichoso y nuevo amparo.
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