Cuando Ud. ha ido acumulando sucesivos estratos de peso y volumen corporales, de manera algo instintiva, va recurriendo a variedades de la conducta que, examinadas con atención, seguramente no dejarían de dar una idea de la capacidad de adaptación y la flexibilidad de caletre que, para bien o para mal, se incluyen entre los relativos méritos de esta especie humana a la que pertenecemos las personas normales, los músicos, incluso los salvajes callejeros "antisistema", que se diría que no.
Y sobreviene un momento en que operación tan sencilla y familiar como atarse los cordones de los zapatos, no funciona bien sin un desproporcionado esfuerzo, sin una verdadera imposibilidad conceptual; y entonces Ud. cruza con picardía una pierna sobre otra para que la distancia entre éstas y las manos que han de ejecutar el cometido sea menor: sea viable. (Obsérvese que la posición preferente será como sigue: el tramo de pierna que corresponde a tibia y peroné, descansando sobre el tramo de muslo complementario, o alternativo, que corresponde a fémur, y más bien cercano a la rodilla. Repítase la operación a la inversa.)
Verdad es que el lazo del zapato así obtenido suele quedar algo asimétrico, pero de menos nos hizo Dios.
Pues bien, de manera insensible, se diría que automática, hoy he omitido esa maniobra elusiva y me he encontrado recuperando el gesto clásico, que había pospuesto con oprobio durante varios años y que (toquemos madera) me va reintegrando como efecto colateral a la sección de las tallas normales, al mentís del no tan remoto "fondo de armario" y, mira por dónde, a un retroceso parcialmente victorioso en el "largo calvario del peso".
Y sin proponerme, como Irene está considerando, asumir lo que sería una penitente adscripción a la secta vegetariana.
Vaya.
Lo que más es el cambio total de armario y de estilo de vestir.
ResponderEliminarLo de dieta vegano a considerar pero mientras exista el jamón patanegra lo veo complicado.
Un saludo