Ante estos cielo y mar de esta mañana
de un gris que cede apenas,
las siete van a dar. Por mi ventana
se cuela la visión de las arenas.
De cara a otro verano
que se aproxima a mesurado paso
(y mientras los políticos payasos
enredan con su póker de marranos),
a estribor de las dunas,
han instalado ya los vestuarios
para velar de manera oportuna
la varia exposición de antifonarios,
haciendo una prudente tabla rasa:
del terso de la ninfa escultural
-- firme y triunfal y sin superflua grasa --
al del estrafalario carcamal
cuya estampa nos deja la mirada
aun más que deprimida, anonadada.
Ahora es Semana Santa todavía
y llueve y los hermanos lloriquean
porque sus bienamadas cofradías,
con un clima inseguro,
carecen de conjuros
y al chubasco le pierden la pelea...
-- ¿Y a ti te parece que es normal meterte a esta ruleta de palabritas, nada más que empezar el día?
-- No sé. Estaba mirando mirando la lejana luz eléctrica de un barco, ahí delante. No me explico cómo he llegado hasta esto.
-- Anda, anda, que no divagas "na".
-- ¿Qué otra cosa, si no?
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