La he observado en otros usuarios; le
ocurre a más “personas humanas”.
Casi siempre impulsadas, motivadas,
espoleadas, impelidas (qué manía, “oyes”) por la desesperación, la rabia, la
impotencia y la impaciencia.
Yo hoy también he llegado a esa meta de
impresentable surrealismo: le he hablado, en tono imprecatorio, a este
ordenador que tengo bautizado como Plegablito.
Y le he dicho: “¡qué mañosos sois los cacharritos de los cojones!”
Luego me he quedado pensando, evaluando
el disparate.
Y es que estamos perdiendo los papeles;
ya vamos peor que, por ejemplo, los mayas.
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