raro es que uno duerma más allá de las
seis de la mañana.
Y hoy no hice más que bajar a la sala y
volver a subir de inmediato porque no me iba a perder desde la terraza esa luna
perfecta, redonda, que enfrente de casa ahora mismo siembra sobre el agua un
ancho trazo brillante, como un camino que en su aparente final, en el
horizonte, flanquean dos luces simétricas de barcos que estarán faenando.
Ahora viene la temeridad del daltoniano;
el astro muestra un color… (puntos suspensivos de la indecisa duda)… menos
blanco que el blanco, quizá como el de los plátanos predilectos del oso Balú.
El cielo de fondo, limpio a más no poder, puede que sea, para los mortales
integrados, azul, digamos, un semitono más intenso que el turquesa.
Vaya, hay sensaciones y visiones para
las cuales no nos manejamos bastante bien con las palabras.
Incluso todos los pocos que estamos.
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