-¿Vuesa Merced acaso no solía
escribir de balandros y de faros,
de las diversas fases de la luna,
desvelado lector “de claro en claro”?
¿Con discreto descaro, no narraba
algún lance de amor que la Fortuna
(siguiendo el vuelo de la fantasía)
le deparaba a veces todavía?
¿Acaso ha decaído vuestro estro
y el ejercicio diestro
que apegado al papel os mantenía
ha sufrido desgastes y desdoros
y no se encuentran verbos tan sonoros
que evaporen del alma la apatía?
-Tenéis razón. Os debo una respuesta
que corresponda a tanta cortesía:
que mi propia conciencia ya protesta
y responsabiliza a la pereza,
las siestas leves y las buenas mesas,
de este “dolce far niente” como oficio
de sosegado y romano patricio.
-¿Quizá puedan ser cosas de la edad?
-No se descarte
si parece que todo se ha vivido.
Y aunque el silencio tenga sus sonidos,
acudiré a vuestra requisitoria
exhumando los versos de una historia
las próximas jornadas.
-Os lo agradezco, sire.
-Y yo, de nada.
No hay comentarios:
Publicar un comentario