En las sociedades de tiempos pasados, por costumbre prudente y por conveniencia, se tomaban muy en cuenta la opinión y los criterios y las recomendaciones de los mayores. Que la experiencia es madre de la ciencia, además de refrán, es realidad cuya evidencia sólo los más idiotas pondrían en cuestión. Hasta el diablo sabe más por viejo que por diablo.
Y debe ser una creciente oleada de idiotas la que en nuestras atropelladas calendas contemporáneas no desperdicia ocasión para desdeñar y descalificar a quienes hoy deberían ser, como mejor o peor lo fueron, guías de la tribu, y en tiempos de serias carencias.
Contra Felipe González, Paco Vázquez, Corcuera, Rodríguez Ibarra, el propio Anguita, fallecido reciente, los novatos del rojerío, los monederos y afines, con lo que ni siquiera merece llamarse "talla", alzan su frecuente impertinencia de "enterados", de protestones niñatos, añejos ya, que se portan todavía como destemplados repetidores de curso, siempre y para siempre, faltando al respeto y con más ruido, mucho más, que nueces.
Entre la demagogia baratísima de inexistentes barricadas, las consignas de papagayo/ametralladora y el postureo fácilmente corruptible de la televisión y sus estúpidas vanidades, estos estorbos para lo que debería ser la política útil, insisten en la exhibición de sus insolencias y del fracasado barniz de dogmatismos de taberna con el que no terminan de camuflar la mala digestión de sus cargos, oficiales o no, con los que ven remunerados hasta el absurdo sus bolsillos infatigables.
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