Con
una mezcla formidable de frescura, incompetencia e irresponsabilidad, nuestros
cuadros dirigentes (mientras nos cuestan cantidades astronómicas de dinero, tan
con frecuencia locamente destinado) están dando un ejemplo de desahogo permanente
dejando al ciudadano que “se busque la vida” en numerosos aspectos de esta
crujía enormísima.
Que
precisamente por serlo, requeriría más y mejor defensa, organización,
respuestas bien coordinadas.
Y
lo que nos encontramos son cosas como que, de uno en uno, nos hagamos
personalmente la prueba (¡el “TEST”!) que, fuera de la intrínseca efectividad
relativa del aparatito, nos haremos mejor o peor, profanos todos, dependiendo
de nuestra comprensión, concentración o despiste, ganas de admitir y reflejar
la veracidad del resultado, frecuencia de las mediciones, atolondramiento…
Y
con doloso retraso y negligencia impresentable, ahora se fija un precio máximo
de ese artilugio, dejando de lado la deseable y lógica gratuidad, e intentando
olvidar a la carrera el abuso especulativo de los vendedores, su monopolio
pringosamente autorizado.
O
sea que el mercado libre, ese axioma sagrado de que el pez grande siempre se va
a comer al chico, ¿se puede intervenir? Y, de ser así, ¿cuándo procede el
ajuste en la luz eléctrica, los combustibles, etc?
Atentos
a las “cosas de comer”. Que no nos distraigan con el tenista en Australia, con
las francachelas del “premier” rubio y despeinadísimo, con la nueva parejita y los
imaginables arrumacos de su romance “en construcción”.
Por
divertido que sea.
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