Hace un día ideal para el despliegue
del blanco palanquín en el jardín.
Y aunque no falte acaso quien lo niegue,
hoy no parece enero.
Claro que esto es en Cádiz, donde espero
que sea verdad lo que algunos sostienen
después de controversias rigurosas
sobre el fondo del mar de estas bahías:
que tiempo atrás (milenios con sus días)
estuvo aquí la Atlántida orgullosa;
y en esto se entretienen
los arqueólogos con sus teorías.
Como quiera que sea,
aquí echamos el ancla y las mareas,
siempre que no se vuelvan maremotos,
nos dan el son, la música constante,
el espejismo de todo como antes,
en los sentires firmes y devotos.
Pescado frito y Castillo San Diego:
lejos la diatriba
del nombre de las calles,
que no está para lágrimas el valle
sino para la vida y el sosiego.
-¿Te
desconozco?
-Estaba
por decírtelo.
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